Ahí están, escondidos entre matorrales y rocas, aquietados por el tiempo y el espacio, bañados con sol y agua. MIrando el espiral viajamos hacia los tiempos de Chamanes, a la era de Piedra, a tiempos lejanos dónde chicos y adultos preciaban la sabiduría de quién podía quedarse por días o semanas tallando piedras, expresando ideas, estampando mensajes. Nadie sabe quién los hizo, o hace cuánto, pero definitivamente tienen peso y dignidad.
Rodeados de naturaleza, aislados del ruido de Noumea y embebidos en esa sabiduría, Laurent nos hipnotiza con su quena, nos transporta a aquellos tiempos compartiendo el mismo trance que Chamanes de antaño y casi entrando en un estado meditativo agradecemos a la vida por darnos esta oportunidad de aprender que lo que perdura no siempre es lo inmediato y de compartir con amigos silencio, tiempo y música.