El eco del violín de quién tocaba en uno de los anfiteatros del Centro Cultural Tjibaou nos hizo entrar en frecuencia, nos invitó a respirar el aire puro de casuarinas y a compartir con miles de personas pasto, mar, baguette y cultura. Nuestros ojos no sabían a dónde mirar primero, qué stand visitar, qué música escuchar o qué aprender. Nuestro cerebro escrutaba las posibilidades y no nos podía dar la lista de prioridades, todo brillaba, todo interesaba, todo atraía.
Más de una vez leímos sobre la importancia de enseñarles a los chicos que puedan valerse por sí mismos. Tejiendo, cosiendo, trabajando la madera, las chicas saben que pueden abrigarse, entretenerse, protegerse. Ahora, después de un día entero de talleres al aire libre, también saben que pueden hacer cosas útliles con basura, intrincados diseños de tela con clavos y lanas para formar un pareo, y usarlo después como los polinesios, o que diferentes colores de arena pueden hacer los mandalas más interesantes.

Cheryl Peters junto a Gabriel Oyarzún
La noche no pudo apagar la música, que junto a los faroles iluminaban la playa, acompañaban el son del mar y del viento y destacaban el lema de este país: Nouvelle Calédonie, Terre de Parole, Terre de Partage, un lema bien pensado y usado.
hermoso lo que hacen!un abrazo Grachu
Grachu! Qué lindo encontrarte! Esto es increíble! Un placer saber que estás por acá!
Besos