Me dijo la curandera del pueblo al tratarme unas quemaduras de grado 2 que me hice en la cara al abrir una lata de leche condensada supuestamente ya convertida en dulce de leche. Saltó con presión, había quedado líquido. Me senté en un banquito de madera en su jardín. Ella masticó hojas de cactus que ya había cortado en lonjas y me escupió. Me escupió en toda la cara, sin dejar nada rojo. Mi cara, toda, era ahora verde. Quedaron pegoteadas a la piel durante todo el día, inamovibles y resistieron también la noche. A la mañana siguiente la inflamación había desaparecido, el calor interno también. ¡Curación tradicional! me dijo sonriendo, nosotros creemos en esto. Yo lo viví.
Mañana te escupo de nuevo
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